sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Felices?

Voy a tratar de esforzarme y transmitir esta pequeña historia que alguna vez escuche de un hombre sabio. Este, en su afán de crear conciencia en la gente, adoptaba relatos que iban de un momento a otro, de una época a la anterior y sobre todas las cosas, de unas personas a otras. Algunas más afortunadas y otras no tanto.
Este hombre tomó la palabra y en ella mi mente se transportó tal como si yo fuera el protagonista, creando a un personaje secundario, dándole rostro y fuerza ya que este sería mi tatarabuelo. Sus palabras duraron minutos, pero en mi habían pasado décadas transportándome atrás en el tiempo y sobre todo imaginando que le diría a este pariente, ya lejano, de mí y de cómo vivo en la actualidad. Tartaria de encontrar las mejores palabras para describir, ya que de lo contrario perdería su atención de forma inmediata y de loco no me bajaría. ¿De verdad sería tan difícil de creer lo que tenemos y lo que el hombre ha logrado crear en menos de cien años? Tomando como base que llevamos, de lo que está registrado en la historia modera, tan solo unos cuantos miles. Entiendo que el planeta llevará millones, pero en mis clases de historia en el colegio la base eran solo unos cuantos años antes de Cristo. No voy a hacer el cuento más largo y voy a lo que nos concierne:
Un buen día al despertar, siempre lo primero que hago es voltear a mirar a mi bella esposa. Como es notable llevamos poco tiempo de casados, imagino que con los años esta rutina se irá desvaneciendo… Bueno el caso es que a su lado vi lo que me pareció una máquina del tiempo. Tal vez sea inverosímil pensar que así de la nada aparezca algo y recién despertado sepa lo que es, pero en este caso lo supe. Estaba hecha a base de latón, brillaba como un sol en plano cenit. Sus mecanismos eran de una fabricación anticuada y los cronómetros no eran digitales, sin considerar que no tenía un instructivo ni mucho menos una App donde desde mis iPhone lograra controlar, esta no tenía nada. Un sillón de cuero negro y brillante con un pequeño cinturón de lo que creí en un principio estaba puesto para garantizar la seguridad del pasajero. Así nada más un sillón un marcador no digital y dos palancas de latón con agarradera de madera de nogal. Caminé a su alrededor fácil unas ocho veces, no sabía con exactitud que pretendía hacer con esta caminata, era intimidar a la máquina, someterla o solo reconocerla y ella que sepa que estaba a punto de montarla. Pensé que habría una razón por la cual había aparecido así de la nada en mi recamara, ¿tendría yo que ir a algún lado? ¿La historia moderna y futura requería de mi asistencia? Corrí a un álbum de fotos a ver si de casualidad alguna esta borrosa, si alguien de mi familia o incluso yo estaba desapareciendo… ¿Será que tenía que “Volver al Futuro” como Marty Mcfly a unir a mis padres para que yo existiera? No me lo pareció. Continúe con mi caminata intimidatoria, como si el artefacto estaría siendo objeto de un interrogatorio “!No me lo oculte…! ¿qué hacia usted la noche del 19?” pero tampoco lo era. así que hice lo propio y me postré en ese sillón de cuero negro sujetando con mi mano derecha la palanca de madera de nogal. Lo primero que sucedió y de forma automática sorprendiéndome con el sistema de reconocimiento digital y natural que el artefacto tenia, es que solo al sentarme este prendió, no tuve que activar ni encender nada. El cronometro analógico empezó a girar hasta colocarse en la fecha 19 octubre 1887, lugar: el mismo. ¿El mismo? ¿Qué precisión no?... en fin, me dejé llevar al mismo lugar solo que unos muchos y cuantos años atrás.
El viaje duró poco menos de tres minutos, a mi alrededor solo veía destellos de líneas y ráfagas de colores mareándome un poco pero siempre con la tranquilidad que, al tener el cinturón de seguridad, nada me pasaría. Por fin y después de esos larguísimos tres minutos llegué a mi destino. No reconocía nada, de hecho y aunque sabía que mi destino era “el mismo” todo era precisamente lo contrato haciéndolo “no lo mismo” para mí. Decidí confiar en ella y al desabrocharme el cinturón bajé, y para mi asombro otra vez la maquina se apagó solo al no sentirme en ella, ¡wow!
Estaba en un campo, la tonalidad de verdes me sobrepasó creando en mí una sensación de paz única e irreconocible que a mis treinta y dos años nunca había sentido. Los olores eran únicos, frescos y nuevos. El cielo contaba con unas tonalidades azules bárbaras. Por un momento pensé que esta máquina me había llevado dentro de una obra de arte de Claude Monet, a uno de sus más elaborados paisajes jamás igualados. A lo lejos había una pequeña finca. Blanca e imponente, con techos de teja roja y marcos de madera en sus ventanas, realmente bella. A su lado estaba el molino de trigo. Caminé hacia ella, lentamente fui acercándome y de forma sigilosa ya que no era mi intención espantar a nadie y mucho menos que algo me pasara. No sabía a quién visitaría y como estas personas asimilen la presencia de un completo extraño en su propiedad. Ya cerca de la finca vi la construcción que alojaba la panadería, y supe por el olor a esquisto y fresco pan que se desprendía de ella. En ese momento sospeché donde y con quien estaba. Mi abuelo siempre habló de que su abuelo era panadero y de los mejores de la ciudad. Este recalcó que vivía muy a las afueras en su finca donde además de plantar el trigo, lo procesaba hasta hacer las piezas de pan y panes dulces más cotizados de la región. “Será que vine a ver a mi tatarabuelo” Pensé con miedo y mil quinientas dudas. Todas ellas se aclararon cuando al estar ya muy cerca de la casa vi el nombre en el buzón. Ahí estaba yo décadas antes de mi propio nacimiento en la rudimentaria finca de mi tatarabuelo a punto de tocar a su puerta. Después de mucho titubeo, por fin toque la pequeña campana que se encontraba a lado de la puerta, por un lado, deseando que nadie responda y la maquina se prenda sola poniendo es su tablero analógico la fecha en la que originalmente desperté y el lugar: el mismo. Pero la realidad fue distinta una linda señora de ojos nobles abrió la puerta casi de inmediato, como si me esperaban. Me recibió con un “Diga” de la manera más amable que podría ser, creo que le inspiré confianza desde que me miró por primera vez, la sangre llamó y aclamó sus derechos familiares de un pariente suyo que nacería años después. Me quedé atónito y petrificado ya que no sabía ni a quien visitaba y lo único que logré articular fue un “Hola”. A lo que esta amable y adorable señora (nada más que mi tatarabuela) de inmediato me invitó a pasar a su casa.
Estaba de prisa ya que tenía la comida en el fuego, a mi bisabuelo en brazos y además a mis tíos abuelos corriendo por la sala jugando, y no es por decir estos eran inquietos desde niños… Y así estuve con ella un rato mirando como con un niño en brazos, otros tres chamacos corriendo por la sala jugando con unas pequeñas piezas de madera y la comida en la lumbre, la señora tenía todo bajo control y sin ayuda alguna. Mientas probaba la textura y temperatura de la sopa me preguntó que quien era y que se me ofrecía, al mismo tiempo que me solicitó pasándome al bebe que lo cargara. Ahí estaba yo con mi bisabuelo en mis brazos, me sorprendía la cantidad de mocos que tenía y sin contar que me vomitó encima, quien podría decir que su bisabuelo-bebe le había vomitado ¡Solo yo! Antes de revelar mi identidad y tiempo decidí preguntarle por su marido ya que prefería ver la cara de asombro en par y no de forma individual, a lo que me respondió que estaba en el campo a dos kilómetros de distancia recogiendo el trigo. Me tranquilizo el saber que no tardaría en regresar ya que esa tarea la realizaba de las cinco de la madrugada a las nueve de la mañana antes que el calor dificulte la ardua y manual tarea de la recolección. Me platicó también que posteriormente de la recolección desayunaban para pasar todo el día en el horno haciendo las piezas de pan para que de la manera más fresca antes de las tres de la tarde estén en la ciudad vendiéndolas y así para las 7 de la noche regresar con su mercancía vendida y el dinero cobrado. Fue algo impactante presenciar lo difícil que era el trabajo para ellos, era un desgaste físico diario y su única ayuda eran sus dos manos y sus dos pies. Sin contar que además de fabricar su producto les tocaba distribuirlo y cobrar el mismo día de su producción.
Me ofreció un café en lo que esperábamos, todavía en mi estupidez dude en preguntar que cual tenía… a lo que asentí aceptando una taza, misma que tardo cerca de media hora en llegar ya que el grano de café que compraban en el mercado lo molía mi tatarabuela manualmente, pero cuando llegó esta taza, yo nunca había disfrutado de algo tan fresco y natural, me supo limpio y fuerte, y de endulzante bajo en calorías… pues ni pensarlo, contra mi voluntad y dieta acepte miel de abeja para ello. Mi abuela se sirvió una taza también, y sin endulzarlo lo saboreó suspirando después de cada sorbo, como droga llegando al torrente sanguino tras un largo periodo de abstemia. Después de unos minutos llegó mi pariente lejano, sorprendido del moderno y extraño caballero sentado en su sala, alzó una ceja a su esposa en señal de duda. Clásica seña de mi abuelo y hasta mi padre, ¿será que también yo le alzo la ceja a mi esposa? Regresando le pregunté y efectivamente. La genética deja sus rastros.
Finalmente, y decidido les conté quien era y de donde venía. Mi tatarabuelo esta vez no levantó solo una ceja sino más bien ambas y hasta abrió la boca. En un principio sintieron miedo de mí, no sabían si realmente era o pretendía con el fin de hacerles daño, aunque en esa época eran muy contados los atracos y la gente si confiaba en la bondad de la gente, hasta que esta le demuestre lo contrario. No vivían con las defensas arriba y esperando siempre lo peor de los demás, incluso su finca no contaba con grande muros ni rejas para resguardarla. Para este momento los niños ya habían salido solos al jardín, sin que nadie los vigilara ni cuidara de los grandes peligros a que los niños de hoy en día están expuestos. así que nuestra conversación fue más tranquila, yo seguía con mi bisabuelo en brazos, inexplicablemente este bebe conmigo estaba más que feliz y quieto.
Tenían mil dudas, las primeras fueron en torno a lo familiar a los que sin decirles gran cosa resumí diciendo que su descendencia era basta y con gente buena y muy trabajadora, no tenía ningún tema que resolver más que seguir con sus ideales y modo de vida. A lo que mi tatarabuelo me pregunto que como era la vida moderna. Ahí si me explaye con una serie de bondades que ahora contábamos y más evidentes eran para mi después de ver lo duro que trabajaban estos señores para mantener su casa y sin nada más. Su placer más grande era los domingos tomarse la tarde e ir a la ciudad con sus niños a ver algún payaso hacer un show en la calle. La vida era trabajo y más trabajo sin distracciones. así que ahora todo lo que les podría contar era elevado a la milésima potencia y por qué no, presumir un poco la maravillosa época en la que yo, su descendiente, me encontraba. Empecé por mi tatarabuela:
“No sabes tatarabuela mía lo que sería en la época moderna, con tus habilidades como las he visto podrías llevar cientos de casas al mismo tiempo, para empezar, estaría rodeado de aparatos eléctricos que hacen el trabajo por ti, habrá uno que lava y otra que seca la ropa, para así no esperar ni tenderla a la intemperie. Ese café que mueles, ya hay unas maquinitas que con una simple capsula plástica te hacen un café y de mil formas diferentes.  Ya no tendrás que prender carbón para poder hornear tus guisados, ya solo prendes un botón y pones el horno a la temperatura deseada y otro que te calienta las cosas en fracción de segundos. Tendrás mil ayudas todas con nombre “Dora” Licuadora, Lavadora, Aspiradora… y también ayuda domestica que te aminorarán el trabajo y ayudarán a cuidar a tus hijos. Ya no tendrás que iluminar tu casa prendiendo una vela tras otra, un botón prenderá y apagará toda o por partes como tú lo decidas. Tampoco llevaras a tus hijos a la escuela ya que un camión llegará hasta la puerta de tu casa para llevarlos y de igual manera los regresará. Para enterarte de las cosas ya no te reunirás con tus amigas, ellas lo pondrán todo en un base de satos que desde un pantallita negra del tamaño de tu mano podrás ver y así no te perderás de nada, e incluso podrás estar en todos lados sin necesidad de salir de tu casa ¿Qué maravilla no?.  Ya no tendrás ni que ir al mercado a comprar nada, lo pides desde esta pantallita negra que te digo y te llega en cuestión de horas a tu puerta y todo muy fresco, sin contar que hay un atiendo de cosas ya en cada esquina que vende todo lo que requieres y más. Ya casi todos los alimentos son orgánicos y puedes guardar en tu alacena sin temor a que se echen a perder.
Tu tatarabuelo no sabes lo fácil que ya sería tu trabajo. Para empezar ya la gente trabaja en oficinas cerradas con aire acondicionado a la temperatura ideal para que tu cuerpo no se desgaste. Ya no tendrás que ir a cobrar a tus clientes ya que ellos por medio de un botón te mandarán el dinero a tu cuenta bancaria y tú por medio del mismo harás los pagos necesarios para que te manden tus materias primas para la fabricación de tu producto. Vas a tener maquinas, que lograrán que, en vez de producir cien panes al día, haga miles de forma más sistemática y eficiente para lo que tu desperdicio será casi nulo. Ya no tendrás que desmarañarte todos los días ya que las maquinas lo harán por ti. Ya no tendrás que exponerte al sol tantas horas y si lo haces habrá unas cremas protectoras para los rayos UV del sol que te pueden producir cáncer en la piel. Vas a tener mil maneras de distraerte ya sea solo o en familia. En cada casa hay unos aparatos que se llaman televisiones donde se transiten programas de distintas categorías para edades y gustos, así que cada quien podrá tener la suya propia y ver su propio programa sin tener la necesidad de discutir el uno con el otro. Y que les digo para viajar, Unos aviones gigantes te llevan desde una ciudad a otra, un país a otro y hasta otro continente y solo en horas, puede amanecer en un país y dormir en otro. Y de caminar ya olvídenlo, tendrán cada uno un automóvil que los transportará veloz mente de un lado a otro.”
Pausé un poco mi relato para ver si aún contaba con su atención y credibilidad, y en efecto estaban maravillados con todas los bondades que la época moderna traería, un poco nostálgicos que a ellos no les tocaría, pero felices de saber que sus descendientes gozarían de tantos privilegios, y así seguí y seguí hablando de todo lo que tenemos y hacemos desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, como convivimos el uno con el otros, hable un poco de las redes sociales, de las computadoras y de cómo la gente se acerca más a los lejanos. Hoy entiendo que omití informar los mucho que esto nos aleja a los cercanos, pero creo que no hubo necesidad de hacerlo, solos los entendieron. Cuando terminé mis tatarabuelos lo poco que me argumentaron era lo felices que deberíamos de ser con tantas bondades. Él le decía a su señora que con todo eso de seguro sus hijos ya jamás se volverían a pelear ni siquiera discutir, ya no tendrían que usar todos el mismo juego rudimentario de madera. Además, cada uno tendría su aparato y juego que evitaría conflictos. También le dijo que a su llegada ella ya no estaría tan cansada y podrías salir un poco más en pareja ya que sus hijos estrían bien cuidados en casa. “Han de ser tan, pero tan felices en tu época” fue lo único que mi tatarabuela dijo.

¿Lo somos…?

¿Quiénes habrá o serán más felices? Ellos o nosotros con tantas cosas.

¿Qué nos espera con tanta abundancia de cosas? ¿Más o menos felicidad?

Ojalá haya logrado transmitir el relato que en minutos recibí de aquel sabio hombre, y quede algún rastro de aquella época en que había menos cosas y la gente era más feliz. No necesitamos tanto para satisfacer nuestras necesidades y al crear tanto de todo lo único que estamos incrementando es la infelicidad, no podemos ya ni decidir que queremos y cuando lo hacemos tenemos mil dudas si esto que decidimos fue lo mejor. ¿Qué paradójico no? El Hombre siempre en busca de crear confort e instrumentos que nos faciliten la vida y seamos más plenos, y lo que tal vez no estamos entendiendo es que muchas de estas cosas están haciendo que crezcamos frustrados e infelices, porque ya no nada más es lo que tengo, ahora lo que no tengo esta tan expuesto que lo mío esta siempre en segunda plana. Ya no es importante a donde vamos, si no a donde no fuimos. Tengamos cuidado y no perdamos camino, el hombre siempre debe buscar ser feliz, y no es necesario rodearse de cosas para ello.








martes, 15 de noviembre de 2016

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sábado, 12 de noviembre de 2016

Ayúdame a olvidar.


Tengo que dejar de pensar en el ayer.

Mis lágrimas son de pura sal.

En aquel día que te tuve que conocer.

Fue una casualidad, pero así es como debió ser.

Ayúdame a olvidar esos días juntos, no quiero recordar

Tenerlos duele, debo olvidar.

Ayúdame a no tenerte, ¡cambia tu sonrisa!

Aleja de mi tu bondad, tu carisma.

Borra mi memoria con malos tratos, aléjame.

Hazme odiarte, despreciar tu paso.

Deshaz lo que construiste en mi alma,

Haz que se derrumbe esa base sólida que plantaste en mi ser.

Socaba hasta el fondo, no dejes nada.

Ayúdame a olvidar. 

Déjame a empezar.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Realidad?

¿Realidad es lo que vemos? o más bien lo que sentimos. Será que a lo mejor es lo que imaginamos o pretendemos. ¿Cuántas realidades podemos tener? La que palpamos o la que al extender el brazo, tratamos de alcanzar. ¡Mi realidad es totalmente otra!
Mis ojos perciben figuras y sombras que, al menos la realidad de los otros, no están ahí. Todo comenzó cuando aún era un infante, ahí acostado en mi cama al despedir de mi madre cada noche, ellas llegaban. El primer sentimiento, y ahora lo entiendo, fue miedo. En ese entonces solo era un dolor de estómago que subía y bajaba al paso de las sombras y se calmaba al salto de las figuras. Y con el paso del tiempo servirían para conciliar el sueño, y más adelante me proveían de la seguridad de sentirme que seguía vivo.
El miedo, dolor y angustia me hacen acordarme que lo que veía era mi realidad y que aún respiraba. Al menos de eso no moriría y hasta ahora no he muerto. Seguramente cuando deje de sentirlos, ya no pertenecerá a la realidad de los demás. Quiero pensar que al morir o más bien al no ser ya más visto por otros, únicamente lo que estará en mí será esta realidad y sentimiento que no comparto, queriendo siempre pensar que será eterna, aun cuando mi cuerpo deje de serlo, pasando a ser alojado en otra cosa.
Mi vida es muy normal, en la realidad que sí comparto. Rutinaria agonía que día a día sufro, hasta el caer de la noche, soledad taciturna que además de proveerme de paz, me lleva a esta realidad que anhelo algún día solo exista. Así escribiendo esto ahora me caigo en un hoyo abismal desconociendo su final. Realizo que prefiero no conocerlo ¿para qué? con nada que anticipar solo me resta esperar y seguir cayendo.

Seguir fingiendo una normalidad falsa, un ser que no existe en mí. Con qué facilidad puedo engañar y actuar la realidad de los demás. Obligación de sentir aceptación, fingir a plena luz del día y regresar a mí en la oscuridad de la noche. Cerrar los ojos para poder ver, admirar este mundo que he construido y seguir tejiendo entrelazando la perfección anhelada; poniéndolo en pausa al abrirlos regresando a la ceguera de la realidad compartida. A ese mundo compartido que no es mío, al no anhelar nada en él y no interesarme su evolución resbala de mí, aferrándome más al otro y anhelando poder cerrar los ojos eternamente. Así no pausar nunca más, no esperar para poder crecer y ser feliz en un lugar solo mío. Sin interrupciones ni contratiempos tejer y tejer mi destino sin compartir, sin fingir y sobretodo sabiendo que lo que veo es real.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Mi reto, tu vida.

Todo lo que me invade del comportamiento de otros, esto que en realidad es un reflejo de mis más grande miedos. A vivir en plenitud o fracasar, sin importar cuál. Un enojo, un grito o un reclamo que sale de mí, haciendo un viaje desde lo más profundo y sordo de mi interior hasta o más externo y peligroso.

Así es como tu vida se presentó sin avisar, improvisando ante la puesta en escena de la misma realidad que baña nuestra visión de situaciones. Solo al mirarte mi alma estremeció al punto de sentir acalambrar mis piernas, quedando sin fuerza para mantenerme de pie. Un reto único, obstáculo que repite y repite sin importar las veces saltado, reapareciendo ante mí de manera sistemática y constante, como juego mecánico interminable diseñado con el único fin de mantenerme dentro, una entrada sin salida y sin descanso. Eso eres para mí, siempre un reto, una pared alta y lisa, que al ser escalada, emerge doblando su altura. Espejo de mi ser y de mis temores más profundos así como el amor que te profeso.

 Un reto divino a la vida, puede ser la mía o la tuya qué más da, en realidad no me importa. Siempre que siga este fuego por dominar, combustible de mis pasos y oxigeno de mi respiración. Quiero que seamos felices, quiero que estemos bien y juntos. Sin separarme de ti ni un solo día, para ver y sentir. Para enojarme y volver a la calma. Para sentir miedo acobijándome en ti y saber que todo estará, bien o mal.

Enseñarte a vivir, lo mucho o poco que mis días me han mostrado. Que puedas ver cómo me equivoco y reflexiono. A caer y levantarnos más fuertes, mas unidos. Que sepas y a la vez saber que estaremos el uno para el otro, ahora y siempre. Dos vidas entrelazadas retándose, reflejados en uno en el otro con una simple mirada, una palabra o el más mínimo contacto.


Eso es ahora mi reto, superar mis miedos y encaminar tu vida.

martes, 31 de mayo de 2016

Te vi, pero no eras tú.



Te vi, pero no eras tú.

Vi tu cara, pero no eras tú.

Vi tu pelo, pero no eras tú.

Vi tus ojos, pero no eras tú.

Vi tú andar, pero no eras tú.

Vi tu gesto, pero no eras tú.

Pase cerca, muy cerca y te olí, pero no eras tú.


Te vi andar, pero no eras tú.

jueves, 14 de abril de 2016

El Piso 19

     Las tardes de viernes en mi trabajo siempre eran muy aburridas. Esperar a que el reloj marque las seis de la tarde, era toda una agonía. Colgado en la  pared conservo un reloj de manecilla, mil veces he tratado de quitarlo, pero se aferra a ella como si fueron creados juntos. El pasar de los segundos activan un dilatar de mis pupilas uno a uno, como si el mecanismo del mismo se hubiera trasladado a mis corneas, es insoportable. Muchas veces giro sobre mi silla y veo la calle, la gente. He llegado a contar la cantidad de coches y sus colores. He descubierto con que puntualidad llegan unos y se van otros todos los viernes a la misma hora.

     Solo tuve que mirar un poco más arriba, la esquina del piso 19. Justo a las cinco y puntualmente se prendían sus luces. Ahí estaba ella, regresando a su silla después de haber activado un interruptor que me abre el telón a todo un espectáculo. Y así, cada semana, desde poco antes de las cinco de la tarde y en cuenta regresiva comienzan desde la tercera llamada hasta la que anuncia el inicio de la obra que me lleva a pasar la ultima hora de la semana y un poquito más.

     Llegue a conocer sus movimientos a la perfección. El mover de sus brazos cuando habla por teléfono, su caminar manoteando rodeando su escritorio cuando entraba en alguna acalorada discusión. Supe también que pedía de comer y de tomar y hasta como pedía su café, llevado a la misma hora de la tienda de abajo.

     Sentí una gran liberación de cosquilleo del segundero en mis ojos, por fin ese reloj se había desincorporado de mis corneas. Verla era el pico  de mi semana y de mis días. No sabía su nombre pero sentía que conocía todo de ella. Dos horas a la semana fueron suficientes para descifrarla. Obediente, puntual, elegante y gran tomadora de café, eran entre otras sus cualidades. Tenía que saber más, quería ver mejor y así ayudándome de unos binoculares mi placer se había ampliado de manera exponencial logrando entender que otra de sus cualidades también era ser ordenada, su escritorio se veía siempre acomodado y ese portarretratos que tanto de atemorizaba, mostraba la imagen de una señora mayor.

Mil veces he tratado de cruzar la entrada de su edifico, los viernes se habían convertido en el momento de la semana…


domingo, 10 de abril de 2016

Cuando llegué todo había cambiado...

        Cuando llegué todo había cambiado, mi jardín, mi patio y mi vida. No imaginé que una discusión llegara  a tal extremo. Fue una más de muchas que habíamos tenido en tantos años de estar juntos. ¿Qué habrá cambiado? Reflexiono y me veo de nuevo acalorado en plena plática, o al menos así las llamaba, ahora lo veo, lo entiendo. Tantas horas y tantas palabras tiradas a la basura sin llegar a nada. Destructoras de sentimientos para engendrar otros contrarios. Una a una apilándose en nuestra alma destruyéndonos sin darnos cuenta. Disfrazadas de ovejas cuando en realidad eran lobos feroces, hambrientos… letales.
        
        Cruzo mi patio impresionado por lo que veo. La humedad se apodera de mis ojos. No quiero una explicación… ¡la causa! La imagino… ¿de verdad tenía que ser así?

        Sentado en un rincón apoyo mi cabeza sobre is rodillas, veo el piso. No hay ruido, todo esta  calmado… sin querer alzar la cabeza me hundo en mis ideas, el silencio me ayuda y la calma me inspira. Así, sin ver ni oír,  me doy cuenta que de ahora en adelante mi vida tomará otro rumbo, era un parte aguas, una línea que dividía el pasado de lo que vendría. Estaba claro tendría que construir  cosas más sólidas en vez de perder el tempo en hacer cosas tan vulnerables.   
      
        Tenía que suceder, una perdida traería muchas otras ganancias. Espero que no sea tarde y  logre reparar mi vida. Mi jardín y mi patio solo son cosas que por el hecho de serla son reemplazables. ¡Tú no lo eres! Y yo para ti no quiero serlo. Voy a Buscarte… tengo mucho que explicar,  pedirte perdón por tantas cosas. Enmendar camino y tener uno de ambos, el mismo.

Sembrar otra vez con diferente terreno y semilla ¡En ti! si me aceptas. Cuidaré se ese jardín todos los días, regaré con palabras ¡Ahora si palabras! Con el afán que absorban las raíces y se fortalezcan aferrándose más al suelo, y su tronco crezca  solido alimentado de atenciones y cuidados

Todo había cambiado pero no cuando llegue esa tarde…


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viernes, 11 de marzo de 2016

Rompiendo, el Sol.

     Mañana fría en la Ciudad de México. Nublado y lluvioso. Urbe y Cielo gris con puro concreto junto a mi. Perfecta armonía. Un look escogido por la naturaleza  alterado por el hombre. Triste y cabizbajo salgo muy temprano, y al parecer la agonía de terminar el día será larga. 

     No soy pesimista ni una persona triste, sola me deprime mucho los días grises y fríos. Quedarme en mi cama no es opción, mi trabajo demanda mi presencia. 

     Caminé unas cuadras, aún es muy temprano así que cabe la posibilidad que mi buen amigo el sol rompa y me altere la escala de grises con un amarillo ocre que mejore mi estado de ánimo. ¡Me urge¡ mis día es complicados y cualquier destello de buen humor podría ser de gran ayuda.

    Unas cuadras más adelante, café en mano, logre ver una pequeña ráfaga de sol a lo lejos. Llegaba directo a un frondoso árbol que yacía en medio de un gran camellón. Como figura bíblica, a lo lejos apreciaba un árbol cubierto de llamas rojas y amarillas. Bañado de sol y bendito por él, este árbol toco mi alma con un suspiro de optimismo, diciéndome que ese día todo saldría bien. 

     Camine más a prisa, mis pasos sosos y postura encobrada se habían convertido en marcha constante y mi espalda un ejemplo de firmeza y rectitud. Como la mejor medicina, esos rayos de sol lograron subir mi frente, que de apuntar al piso ya veía al horizonte. Pequeños detalles logran los grandes cambios. 

     Llegue a mi trabajo antes de lo previsto. Respirando rápido y profundo me percaté que un cansancio se apoderaba de mis piernas, ¿habré corrido hasta llegar? No lo sé, no recuerdo muchas partes del camino. ¡Llegue mucho antes! 

¿Qué más rompiste sol? 

     Al atardecer y puesta del sol, sentí melancolía. El dolor de una despedida. Se marchaba alguien que había hecho algo en mí. Ese pequeño momento, esa pequeña mirada o ese suspiro matutino que se alejaban poco a poco en el horizonte. A medida que el sol se ponía y la obscuridad se adueñaba del ambiente mis pulmones se contraían permitiendo cada vez menos oxígeno en ellos. Sentí miedo, tristeza y sobre todo soledad. 

Te necesito sol. ¡No me abandones!

     Deseo que todos los días ilumines mi vista y mi vida con tus sabios colores. Contrasta todo lo demás, hazlo verse chico. No dejes que el gris nos cubra… Rompe ¡Sí! Rompe todo lo que nos cause tristeza y soledad llenando nuestra alma de tu calor matutino y por que no, date un poco a desear por las noches siempre con la promesa que regresarás tan pronto como puedas, como tu camino te lo permita, que te estaré esperando como un adicto al sentimiento de tenerte, sentirte y sobre todo saberte que estarás ahí cuando salga de mi casa a enfrentar la vida. Contágiame con tu energía, no te costaré trabajo… !con un mini rayito me es más que suficiente¡



viernes, 5 de febrero de 2016

¿Me amas? Grita, dilo o exprésalo. No importa cómo, ¡solo Hazlo!

¿Me amas? sé que mucho. Se ve en tu mirada constante, ilusionada. Llena de seguridad. Cada mañana me ves y saludas. Tus ojos me llenan de vida, tu respiración es la mía y tu voz mi sinfonía.

No lo puedes ocultar. Por más que te enojes ¡Me amas! ¡Y mucho! Se ve en tu mirada constante, ilusionada, y esta vez enojada. ¡No te enojes! ¡Por favor! ¿Qué no ves que te amo?

Grita, dilo o exprésalo. No importa cómo, ¡solo Hazlo! Tú mirada constante e ilusionada a veces no basta, por momentos pasa desapercibida y desvanece, perdiendo su función de decirme que me ama no importe que pase.
¿Me amas? ¡Si! ¿Cuánto? ¿De aquí a dónde? ¡Al cielo! Mas… dilo, exprésalo como sea. ¡Por favor!

De día o de noche, tal vez en la madrugada  ¿Sera…? Despierta o dormida, no importa. Respira junto a mi ¿Es mucho pedir? Mírame o solo veme. Tus pupilas lo dirán, solas se delatarán, ante mí y ante el mundo entero y lo expresarán, lo dirán y lo gritarán al dilatarse y delataran ese amor que me tienes. ¡Solo mírame o veme! Un instante, un momento.

Te amo yo también ¿se ve en mi mirada? ¿Lo notas? ¿Lo sientes?

viernes, 29 de enero de 2016

Mi Historia… Mi paz.



¡Haz la paz con tu vida!

Vi un post en alguna red social ¡qué tontería! Pensé. Pues claro si yo hubiera tenido un papá rico, otra vida hubiera sido. Tantos años de sobarme el lomo trabajando… ¿de qué paz hablan? Claro también si no hubiera conocido a esa mujer que me quitó los mejores años de mi vida, ¿cómo no me case con juanita mejor? Me lo habría preguntado mil veces los últimos años. Paz ¿cómo? La vida tiene tantos sufrimientos, no alcanzas a pararte cuando ya estas otra vez perdiendo el equilibrio.

63 años pasaron ya de mi nacimiento, ¿en que momento me hice abuelo?… ¡apenas ayer fui padre!

Con cuatro hijos y trece nietos sigo teniendo ese dolor de estomago que no me deja vivir, ¿será que se acerca mi final?  ¡No quiero morir solo! Soy el único habitante de mi departamento. yo y mi alma, salvo lucha que viene a ayudar con los quehaceres tres veces por semana.

Años atrás me había divorciado. Un matrimonio que además de durar poco, lo suficiente para engendrar a cuatro criaturas, fue muy tormentoso. Me arruino la vida. De seguro si me hubiera casado con Juanita no estaría así.

Veterano y solo me encontraba un buen día que mi hijo el mayor paso a visitarme, raro en ellos ya que viven de prisa y con tantas ocupaciones. Comemos esporádicamente en tertulias monologas donde la única expresión la veo a través del reflejo de la pantalla de sus Tablet o Smartphone. Y así con la mirada hacia abajo, zombis y en un mundo tan lejano al mío, pasan un rato en mi compañía.  La realidad es que por más solo que me sentía nunca lo estaba, mis hijos y nietos me veían mucho, dos de ellos incluso los veo por las mañana en el trabajo, me han suplido en el despacho de manera brillante. Mi carrera como abogado hasta ahora ha sido buena.

Labrando mi provenir desde muy joven, mi lucha había sido ardua e incansable. Trabajando de sol a sol había sacado adelante a mis hijos y por qué no decirlo, mantenido a mi ex mujer. Desde nuestra separación no hemos intercambiado más palabras que para faltarnos al respeto y amargarles la vida a nuestros hijos, que con tanta incomodidad decidieron alejarse de ambos. No soltamos, no dejamos ir y no perdonamos.

La paz, palabra mágica y significada no conocido por mí, por más logros, planes o aventuras, no llegaba. Simplemente el hecho de arrepentirme por tantas cosas me daban un malestar indescriptible. Por maldecir a la vida por los caminos que me había llevado. Una ceguera colorida y con texturas ambiguas y amorfas que no te permite distinguir ni gozar, ni mucho menos amar. Agradecer lo vivido y el despertar de cada mañana no estaba en mi vocabulario ¿cómo estarlo? si en mi diminuta conciencia, la palabra vivir era meramente respirar, ver y probablemente tocar y por supuesto esta última sin sentir.

Haz paz con tu vida, palabras que sin querer agrandaron, no mucho, mi mente. Sentí un espasmo momentáneo donde algunas texturas comenzaban a tener formas. Las primeras de ellas mis hijos, los vi en mi mente y creo que por primera vez  en una especia cortometraje desde su nacimiento hasta el día de hoy, los gocé. Ellos eran reales en mi vida y entendí que no los cambiaría por nada en el mundo. Hable con cada uno de ellos, y por primera vez me escucharon decir que el que hayan nacido había sido lo mejor que me había pasado, y claro el haberme casado con su madre, por ende, había sido la mejor decisión de mi vida… Y así Juanita salió volando de mis pensamientos como un ángel habiendo cumplido su cometido. Hice las paces con mi vida, con mi historia. ¡Mala o buena! ¿Qué importa? Al menos ahí estaba, mirándome frente a un espejo, una realidad oculta por tantos años.

Hice las paces con mi historia, con mis errores y con mis fracasos. Ellos me habían formado y llevado a amanecer cada mañana vivo. A seguir trabajando por mí, por ellos. A tenerme y a tenerlos.

Mi vista había ahora reconocía colores y texturas nuevas para mí. Como ciego que recobra la vista, sonreí y suspire. Sentí paz, mi estómago estaba ligero y listo para seguir. Mi cuerpo pedía más vida y mis ojos más texturas, salir, gozar. Volver a empezar.


¡Haz la paz con tu historia! Sin ella no fuimos, no somos… nunca seremos.

miércoles, 20 de enero de 2016

El equilibrista





La cuerda esta lista. ¿La altura? ¡Muy alta! No veo hacia abajo solo camino por ella. Nunca uso un arnés, mi carácter aventurero e intrépido me obligan a andar por ella al filo del peligro. No ando ligero, por el contrario, soy de los que llevo mucho peso. En mi mochila voy metiendo piedras lo que lo hace más interesante. Una por cada pensamiento o proyecto nuevo. Se van apilando generando que mi equilibrio se vea mas comprometido, y al paso de mis proyectos y responsabilidades, mi mochila está siempre muy pesada

en un principio se me dio la opción de colocarla muy cerca del piso y andar en ella muy bien amarrado y ligero, mas no es lo mío. Miraba a lo alto y visualice mi cuerda allá arriba, lo mas alto posible y por que no llevando todo conmigo.

Siempre vi esa azotea desde abajo y soñaba con alcanzarla, cruzar de un lado a otro. Llegar al otro lado sano y salvo. Caminaba de una esquina a otra preparándome para ese gran cruce. Viéndolo siempre desde abajo y preguntándome cuándo seria mi momento?

Recuerdo lo alto que se veía, de niño todo lo ves grande. Al pasar de los años comenzó a verse más alcanzable el cruce. A medida que mi preparación avanzaba, cada ciclo cursado, libro terminado y experiencia vivida, esa azotea bajaba más al piso o el piso subía más a ella. Cada caída o tropiezo en mi preparación era un paso más, por más doloroso que fuera, la idea siempre es levantarte lo más rápido posible. No es como te caigas, es más bien, la forma en la que te levantas. 

Parte importante era tener un nido. Crear un lugar seguro. ¡Tener algo! Poder practicar para lograr llegar al otro lado, prepararme dotándome de todos los elementos necesarios para tener ese equilibrio en mi cuerda, que cada vez y sin saber el porqué, pasaba por esa esquina y crecían pisos a los edificios donde sería colocada. Al paso del tiempo también la calle se hacía más ancha y a medida de mis pensamientos, ambiciones y aspiraciones mi mochila pesaba más y más. 

Tenía que hacerlo, llegar sano y salvo y lo más importante: no dejar nada atrás.

Pasaron los años y mi preparación estaba casi lista. Para ese entonces ya los edificios estaban altísimos y la calle, si se podía seguir llamando así, muy ancha. Sentía que aún no estaba listo para el cruce, mi preparación no estaba completa y en mi mochila aun había lugar para más. 

Esta vida llena de cosas hace mi travesía más y más difícil, obstaculiza mi camino turbando mi tranquilidad. Además pone en riesgo mi equilibrio con tantos pensamientos e inconformidades ¡Hay tanto ya! Que no sé qué quiero, cuándo lo quiero y si realmente lo necesito. 

Decidí llevar a mis hijos conmigo, al igual que mi mochila conteniendo mis pensamientos, deseos y aspiraciones. Estarían en mi espalda mientras quepan. Quería que en sus primeros años disfruten de la vista y la brisa del viento en un lugar seguro. Sin complicaciones o frustraciones a la medida de los posible. En mi emprenderían sus primeros intentos, así que su seguridad dependería de mi equilibrio.

¡He practicado tanto! ¡Estarán seguros! 

Ahora solo tenía que asegurarme que así sea, que su cuerda en el momento indicado, también sea colocada en lo más alto, que su mochila esté llena de tantas ambiciones y deseos como pensamientos en su mente. Que su equilibrio nunca se comprometa con malos caminos, malos hábitos. Y su cruce sea pacífico y lleno de amor y prosperidad.

Tuve la suerte de verlos cruzar, a cada uno de ellos. No me había percatado pero mi pelo estaba muy blanco, mi cara arrugada y mis piernas apenas podían sostener mi mochila. Fiel compañera de vida aun albergabdo un solo deseo, un solo pensamiento y una sola ambición: ¡Morir en paz! sabiendo que mis hijos estarán viendo a los suyos cruzar sanos y salvos, a lo alto y a todo lo lejos que sus deseos lo permitan.