¿Qué hacías ahí Aislada del resto de la gente?
Escondida como si cometieras un delito, imprudente. Siento tu tristeza que pasa
volátil por lo que era yo. Te veo, vestida de negro y escondida tras un árbol,
odiabas ese color; estas más rubia que antes, tu cabello cuelga hasta tu cintura.
El dolor intenso de tus ojos me deslumbra y al igual que el sol nubla mi vista.
Ahora y desde aquí me
es más claro y bendigo todos los momentos que pasé a tu lado. No te molestes,
pero también bendigo los que no. Esa tarde marcó mi vida allá y ahora señala el
camino a seguir aquí. Te agradezco por haberte quedado toda esa tarde ahí, por
faltar a tus clases es día y los demás y más aún por venir y seguir ahí parada,
alejada del resto de la gente, por ese dolor que sientes; que llega a mi como
ráfaga de luz. cada lágrima tuya es un balazo a mi alma que no se perfora, las
contiene como marcas que me abarcan todo. No llores, por favor. ¿No ves que estoy
bien? No me pierdes quizá ahora me ganas más que antes… más que nunca. Tengo la
impresión de que te veré más, viviré en ti cada día que recuerdes esas tardes
juntos y sepas que ahora tus memorias no son compartidas, no correrás ya nunca
el riesgo de lastimarte al encontrarte conmigo, sabiendo que me debo a otra y a
otros. Piensa, siente que estoy en tu mente y corazón. En lo que queda de mi
estás, plasmada, pegada. Manchas indelebles que vuelan conmigo. Llegan como
descargas eléctricas a mí y se esparcen, remedian mi dolor. Son analgésico para
el alma y sedante para el dolor de verte desde aquí sabiendo que para mí ya no
hay regreso. Tenme ahí, en ti. Contigo. Tú estás aquí, donde vaya, irás.
Ustedes los vivos creen
que todo lo que se hace, goza y sufre se desvanece. También que la mayoría de
las situaciones se olvidan y las borra el paso del tiempo. Como si las horas
fueran poderosos torrentes de mar, chocando con la superficie, desgastando las
rocas. Pues no, no son borradas. Ahora aquí te lo confirmo. Solo no las puedes
ver estando en ese plano. Se esconden tras una cortina. Un escudo que nos
protege de tantos recuerdos que nos dañan, o nos llenan de un gozo enfermizo.
Una barrera que tapa nuestra vista, permitiendo solo mirar hacia el frente, y nunca
más hacia atrás; por ningún motivo hacia los lados. Ahora recuerdo todo, una
gran muralla labrada de recuerdos y sentimientos. Llena de todo aquello que
quedó por detrás y a los lados. Lo que no vi y no escuche. De mis actos
vergonzosos que hice y que pretendí olvidar. Todas las palabras salidas de lo
que era mi boca que dañaron y todas las palabras de los demás hacia mí, que
nunca escuché, más sin embargo existen.