viernes, 11 de marzo de 2016

Rompiendo, el Sol.

     Mañana fría en la Ciudad de México. Nublado y lluvioso. Urbe y Cielo gris con puro concreto junto a mi. Perfecta armonía. Un look escogido por la naturaleza  alterado por el hombre. Triste y cabizbajo salgo muy temprano, y al parecer la agonía de terminar el día será larga. 

     No soy pesimista ni una persona triste, sola me deprime mucho los días grises y fríos. Quedarme en mi cama no es opción, mi trabajo demanda mi presencia. 

     Caminé unas cuadras, aún es muy temprano así que cabe la posibilidad que mi buen amigo el sol rompa y me altere la escala de grises con un amarillo ocre que mejore mi estado de ánimo. ¡Me urge¡ mis día es complicados y cualquier destello de buen humor podría ser de gran ayuda.

    Unas cuadras más adelante, café en mano, logre ver una pequeña ráfaga de sol a lo lejos. Llegaba directo a un frondoso árbol que yacía en medio de un gran camellón. Como figura bíblica, a lo lejos apreciaba un árbol cubierto de llamas rojas y amarillas. Bañado de sol y bendito por él, este árbol toco mi alma con un suspiro de optimismo, diciéndome que ese día todo saldría bien. 

     Camine más a prisa, mis pasos sosos y postura encobrada se habían convertido en marcha constante y mi espalda un ejemplo de firmeza y rectitud. Como la mejor medicina, esos rayos de sol lograron subir mi frente, que de apuntar al piso ya veía al horizonte. Pequeños detalles logran los grandes cambios. 

     Llegue a mi trabajo antes de lo previsto. Respirando rápido y profundo me percaté que un cansancio se apoderaba de mis piernas, ¿habré corrido hasta llegar? No lo sé, no recuerdo muchas partes del camino. ¡Llegue mucho antes! 

¿Qué más rompiste sol? 

     Al atardecer y puesta del sol, sentí melancolía. El dolor de una despedida. Se marchaba alguien que había hecho algo en mí. Ese pequeño momento, esa pequeña mirada o ese suspiro matutino que se alejaban poco a poco en el horizonte. A medida que el sol se ponía y la obscuridad se adueñaba del ambiente mis pulmones se contraían permitiendo cada vez menos oxígeno en ellos. Sentí miedo, tristeza y sobre todo soledad. 

Te necesito sol. ¡No me abandones!

     Deseo que todos los días ilumines mi vista y mi vida con tus sabios colores. Contrasta todo lo demás, hazlo verse chico. No dejes que el gris nos cubra… Rompe ¡Sí! Rompe todo lo que nos cause tristeza y soledad llenando nuestra alma de tu calor matutino y por que no, date un poco a desear por las noches siempre con la promesa que regresarás tan pronto como puedas, como tu camino te lo permita, que te estaré esperando como un adicto al sentimiento de tenerte, sentirte y sobre todo saberte que estarás ahí cuando salga de mi casa a enfrentar la vida. Contágiame con tu energía, no te costaré trabajo… !con un mini rayito me es más que suficiente¡



2 comentarios:

  1. Aún gris y enconcretada, amo la ciudad y siempre te trae momentos llenos de esperanza en las cosas más pequeñas. Cuando uno mira bien pronto descubre que nunca falta algo que "rompe" la monotonía diaria. Saludos José.

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